Todo un placer para los sentidos encontrarse con un compañero de carretera semejante: un Seat 127 matriculado allá por el 1975. A la vista está que los años parecen no pasar por él, aunque apostamos que la mano de un apasionado por el motor está detrás de su juvenil aspecto.
Nada que ver su aspecto con lo que la estética automovilística dicta actualmente, distancia insalvable la que lo separa de los eléctricos o híbridos que se comercializan ahora, pero ninguno como él para remover los recuerdos de los que crecieron viendo al Seat 127 circular con elegancia por las carreteras españolas.