Ourense.com visitaba la pasada semana el antiguo pueblo de Aceredo, que desde hace unos meses ha quedado al descubierto como consecuencia de la escasez de lluvia. Situado en lo que hoy es el Embalse de Lindoso, es un lugar que impacta al recorrer unas calles que siguen tal cual, unas casas en las que incluso alguien dejó el coche en el garaje o una fuente que no ha dejado de echar agua a pesar del tiempo transcurrido y de la sequía que tenemos.
Pero también impactan la cantidad de pintadas y firmas que la gente que visita el lugar ha dejado en las casas, pintadas con nombres, con fechas, casi todas de la primavera de este año. Unas pintadas que parecen haber vulnerado los recuerdos de los que se fueron, dejando atrás sus recuerdos y que todavía permanecen en el interior de cada una de esas construcciones.
¿Qué empeño tiene la gente en dejar su nombre por donde ha pasado, como si de mascotas marcando el territorio se tratara? Quizás tras la visita, nos hemos dejado llevar por el romanticismo del lugar y las historias que en él se esconden, viendo totalmente innecesario saber quien ha pasado o no ha pasado por allí.
¿Es tan difícil respetar lo que no es nuestro? ¿Tenemos que dejar nuestra huella en todas partes?