Leiras se ha fusionado con su móvil, convirtiéndose en una extensión de su brazo. Pasa tanto tiempo pegado a la pantalla que su teléfono tiene más contacto con él que su propia sombra. Ya sea explorando los rincones más oscuros de Internet, jugando a juegos que desafían la gravedad o comprando todo lo que aparece en anuncios emergentes, su móvil es su compañero constante. Pero su esposa, la pobre alma desamparada, ve esta relación como la intrusión de un tercero en su matrimonio, y su descontento crece a medida que el amor de Leiras por su dispositivo crece exponencialmente.